Por: Álvaro García Trujillo* (Copenhague, 1960)

En este relato, el personaje hace una reflexión sobre la salud mental a través de un hábil sarcasmo sobre la realidad socio-política, sin tomar partido, ni ofrecer alguna solución ideológica. Los domingos tienen esa facultad: nos permiten crear a partir del tedio.
…debo hacer algo. La terapia no sirve, a pesar de estos casi veinte años desangrándome el bolsillo. No sé si es cosa de la terapia u otro truco de mercadeo, como cuando te venden algo que apenas sirve y luego, sólo gastando un jurgo en accesorios tienes por otro ratico lo que buscabas. Al final, y siempre tarde, descubres que la licuadora original ya no existe, que compraste como diez ejemplares a punta de reponer repuestos y que mejor habría sido botarla y comprar otra vieja un domingo de Mercado de las Pulgas, si logras salir un domingo.

¿De qué hablaba? Ah, siquiatras. No sé si es cosa de ellos, decía, si serán ineptos totales, como esos políticos elegidos con la ilusión de que acabarán con los problemas ya congénitos e históricos de nuestros países, y que se van del poder sin pedir perdón, con pensiones y medallas y dejando todo igual, si no peor. Tal vez vote otra vez, si aparece algo que valga la pena para salir un domingo a esa jartera. Porque toca votar en domingo. Miserables.
Perdón. Vuelvo a divagar. Decía que no sé si son los siquiatras o si soy incurable, porque veinte años tratando una misma cosa es ridículo. Ni el cáncer dura tanto para definirse. Puede durar toda una vida ahí, calladito, pero apenas le meten mano, mata más rápido que eso. Y sale carísimo. Más con ese sistema de salud que no cubre ni una cortada de papel. Toca pagar que el bono por moderación, —le digo yo—, que las vainas que no cubre el POS, y esa sangría mensual que duele tanto pagar cuando uno está sano. Por eso no he parado la terapia. Tengo que vengarme del sistema. Claro, el que pierde es el siquiatra. ¡Con la miseria que le pagan! Tengo un amigo siquiatra independiente y cobra como diez veces más por cita que el pobre de la EPS. Pero ese no era el tema, qué vergüenza.
No entiendo cómo llevo veinte años en terapia para curarme la depre del domingo, que no me abandona desde el Colegio… Esto es más sobado que un lunes. FIN
*Bio: Al mismo tiempo con los Beatles, de puro accidente Álvaro García nació en Copenhague, Dinamarca en 1960. Vive desde 2001 en Sesquilé, Cundinamarca. Papá de dos tipazos. Actor por instinto por 45 años, T.P.M. (1976-2012). Maestro en Arte Dramático de la UdeA (2019). Los personajes que ha interpretado en la tv hacen parte de la memoria audiovisual de Colombia. Escritor por reflejo desde hace 55 años con "dos libritos y otras tonterías”. Es percusionista/baterista empírico, por terapia, desde hace 53 años y lo acampañan 4 perros.
Sigue a Álvaro en instagram como @Alvaro_García_T y en twitter: @AlvaroGarciaTr
Imagen: Bob Price
El domingo es una rueda de hamster eterna, se mueve y nunca avanza. No tiene el dinamismo del viernes, ni el tedio del lunes, el conformismo del martes, el interruptor del miércoles, la esperanza del jueves, la alegría del sábado. No. El domingo es estático, tanto, que ni Freud pudo con él. No hay terapia que valga contra el impecable rigor del tiempo... En domingo.
Bonita manera de transmitir y compartir... Definitivamente algunos tenemos inconvenientes por la angustia que nos genera algún domingo en nuestras vidas y la terapia puede que ayude para cargar a otro (que sea el psiquiatra y no otro que de verdad nos importe, no es egoísmo es amor por nuestros seres queridos) y tal vez salir un poco liberados de ella... Creo que puede ser tan positivo como por ejemplo tener la fuerza suficiente para cumplir con algún deber civil en un día de aquellos ... Y finalmente a el autor de este relato muchas gracias por su sarcástico y reflexivo relato de un domingo