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Desnudo en una meditación insobornable, Nicolás Rincón se dice que no va a permitir ni un segundo más de abuso sobre su individualidad.


Supo tres años atrás que lo suyo era uno de esos accidentes de la naturaleza que suele matizar la realidad con excepciones aparentemente ilógicas.


Para verificar la naturaleza de su hallazgo, cita a Paula Cardona en un parque. Ella lleva un vino de combate, aceitunas y dos pares de gafas. Él propone un queso de cabra y galletas de maní sin centeno. Paula rechaza primero el queso y luego, ante un abrazo de carcajadas, termina probando una de las esquinas del queso con un agrado fugaz, pero respetuoso.


El factor climático inspira la elocuencia de esta amistad que ubica entre las nubes y sus sonrisas, un motivo compartido para vencer la melancolía.


-¿Ves esa teta con doble pezón?, le dice Paula


Nicolás ve primero el perfíl de un pájaro hasta que permitió que la perspectiva y el viento moldearan la figura para observar en aquella nube lo que su amiga imagina.


Le pregunta a Paula sobre los mensajes de los pájaros. Ella encuentra en esa inquietud un juego coqueteo poético. Luego, una vez se juntan sus alientos, Nicolás le ofrece una respuesta más nítida:


-Nos están vigilando para llevarle a alguien esta agradable charla.


Ambos se rien.


-Tengo que contarte algo Pau ¿recuerdas cuando me les desaparecí?


-Nicolás, por favor, claro, ni se te ocurra volver a hacernos eso.


En mi búsqueda, Pau, encontré el motivo de todas mis angustias. Me ha sido otorgado una habilidad extraordinaria.


-Nico no molestes con esas cosas que tú sabes que conmigo eso no va a servirte. ¡Habla claro!


-Quiero que cierres lo ojos Paula, voy a contarte una historia.


Para que el relato llegue donde él quiere, Nicolás acude primero a un recuerdo que la vincula a ella con la atmósfera propicia.


-¿Recuerdas cuando me salí del cine en la mitad de la película?


-Cómo olvidarlo Nico, si era la tercera parte de tu saga favorita.


-Mi cabeza iba a explotar aquel día


Paula insiste en aterrizarlo:


-Por favor, me tienes preocupada. ¿Qué pasó?


-Mira, soy un felino, Paula. Descubrí que mi cerebro es un cerebro de gato, de gato humano.


Paula no puede contener la risa. Luego, en silencio, lo mira a los ojos y le pregunta:


-Cuéntame más ¿me explicas por favor?


-Mira Pau, huyo todo el tiempo de las aglomeraciones, de los sitios ruidosos, del tumulto. De los conciertos, de los centros comerciales, de las discotecas.


Paula se niega a decirle que eso es un síntoma de agarofobia y prefiere rascar la confesión con una pregunta:


-¿Sabes que para Chesterton la tolerancia es la virtud de los hombres sin convicciones?


-¿Qué dices, mujer? esa es una estupidez.


-Sí, lo acepto, pero creo que todo esto que me dices sobre las aglomeraciones es un raye tuyo, no vaya a ser que comenzaste a desarrollar una psicopatía.


-Todo tiene una explicación, Pau.


-Explícame, pero al grano, sin historias rebuscadas, por favor, Nico. Ahora sin metáforas. Ya me estoy preocupando.


-Viene una flor, ya viene…


-Nico por favor, ¿qué pasa?


-Que viene una hoja Paula Andrea, viene una flor.


-Ya me preocupé, no me digas así. ¡Habla claro!


Paula sube la ceja para reprocharle lo que considera es el comienzo de uno de los circunloquios de su amigo, con el objetvo de no aterrizar la idea. Siente algo en su cabeza. Piensa en la primera gota de la lluvia y mira hacía arriba para confirmarlo. Nada. El mediodía despeja todas las dudas. Una flor de un árbol de acacia se enreda en su pelo. Paula la toma, le da la vuelta, la huele y le pregunta a Nicolás:


-¿Cómo hiciste eso? ¿Cómo sabías lo de la flor si estabas boca abajo? ¿Tenías ese truco preparado? Te conozco


-No, Pau. Escuché la flor desprenderse del árbol acá al lado.


-No es cierto, no es posible, Nico. Cada vez estás más chavado.

-No estoy loco, Pau. La escuché.


-He vivido con esto desde niño, Pau. Mi percepción auditiva es muy potente. Oigo el fuego, oigo el movimiento de cualquier cosa, oigo todo. Hasta cuando una hormiga pasa cerca. Todos mis miedos han sido extrapolados por esta virtud… que más que virtud es como un defecto ¿me entiendes?

-No, sé Nico, no entiendo…


-Mira Pau, yo no conozco el silencio.


Ay Nico, vamos, tú lo que necesitas es dormir un poco. ¡Vamos!


FIN


 

Por: Pipe Jiménez (Bogotá, 1976). Editor de El Relato del Domingo

Literato, baterista, Narrador, poeta, redactor y corrector de estilo. Profesional en Estudios Literarios. Magister en comunicación de la Universidad Javeriana.

Imagen: Lucas Pezeta


2 comentários


Patricia L.G.
Patricia L.G.
27 de dez. de 2021

Muy buen relato...me recordo un poco sobre lo que investigue hace tiempo sobre la Sinestesia...

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Membro desconhecido
29 de dez. de 2021
Respondendo a

Exaaaacto. Ese fenómeno es muy interesante. A algunas personas les pasa y otros lo experimentan con sustancias psicoactivas

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